lunes, 13 de abril de 2009

A cuatro manos

El ventilador sucumbe al viento,
las ráfagas envuelven a los árboles
el miedo azul se posa en tu alcoba
la luz tenue del amanecer asoma a tu ventana
una vez
el abrazo niño
se quedó en tu vientre


las tiernas palabras murieron en tu interior
Una vez
la marca sagrada de Lepanto
se conoció a sí misma


un temblor tenue recorrió la casa
la madre que se encontraba fumando escondió a sus hijos
cerró las puertas y ventanas con hilos invisibles

Luego
la tijera sin nombre
no se atrevió a entrar


La casa retomó su ritmo
una sinfonía ponía color
el calor encendía las mejillas de los niños
una vez más el tiempo pasó y el Sol se apagó.

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