sábado, 22 de mayo de 2010

Hermita nostalgia:

Se levantan trajines desde el argento al décimo octavo bombón rioplatense, nadie se raja pensando en las laringes calcinadas, solamente evacuamos los arsenales destruidos cuando todo está en llamas, y si es el instante preciso de dar la mano para despedirnos, entonces el etanol sobra, y el rol del tributo también. No sé qué le toque a la persona individual que puebla mis arterias, salvo lágrimas de sal hebrea. Quisiera brindar por el pasado, aunque me arrepienta de ciertos momentos, aunque a las barbudas primaveras no les baste la delicadeza cuando nos abracemos con voz póstuma de raulí en baúl. Cómo conjugar el verbo ser en la línea total del acabóse premeditado, sin lucro ni poesía ni armisticios sinceros. Cómo entender la muerte de una etapa si los nervios me atan las manos a los pies de mi cama para que no me escape a la ducha de pastillas cada medianoche cual sonámbula caricaturesca que añora un réquiem feliz en presencia de todos los que alguna vez nos miramos a los ojos queriéndonos decir "tú eres parte de mí". Es lamentable que se agote la duración de las cintas cuando no nos supimos envolver en cajitas felices que partieran volando rumbo al cercano lugar perdido en la inmensidad contraria de nuestros deberes olvidados. Disculpad la tardanza, pero vuestras voces son hoy llagas en el órgano aquél del que habla el atemporal y de vez en cuando compleja amiga mía.

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