sábado, 15 de mayo de 2010

Souvenir

Desde hace 2.592.000 minutos la palabra escrita a la derecha del signo igual (Dios-padre todopoderoso), que a su vez está a la derecha del oxígeno más impuro, tiene otro significado para los diccionarios impresos en órbita con la luna. El pánico se hizo estrecho en la berma de las curvas aceleradas junto a partículas empañadas irresponsablemente. Mi infancia fue triste. De eso me acuerdo, y de que después de mis quejidos obnubilados por la ropa temporal del amanecer inesperado, me despertaste. Me alcancé a cortar las uñas de la mano izquierda antes de correr a la sastrería de la gran tele pantalla a gritar junto al carmesí un Volver definitivamente real, desprendida de los otros colores primarios y secundarios tatuados con énfasis en las pestañas de los erredeanos que lloraron cuando su tela se cortó en dos. Yo había nacido dos o tres meses después (aproximadamente), y K. gritó que la lógica de la historia es la de un sueño o de una pesadilla. Las miradas multitudinarias me ponen nerviosa, y ya no sirvo para ensayar carreras con puntos de más y puntos de menos. Lo que se hizo es difícil deshacerlo, a menos que Manrique reescriba su obra en una dimensión antipara léela. De cualquier forma, los acentos se escriben sobre las vocales y sobre las i-griegas cuando merecen ser leídos por castizos irregulares que viajan de cuando en cuando por las manchegas y ventosas líneas de un pasado cuneiforme. El futuro es un producto de venta y me queda sólo una moneda en el bolsillo. Lo más sensato será aprovechar la tributariedad de las páginas Web y bañarse con agua helada para no ver estallar las bragas sobre una omega que improbablemente se convertirá en el término de la dialéctica. Bauticemos con nombres impropios los lagos de las sábanas, nunca ha sido necesario mentir, porque si hay algo en lo que el mandamás del trapecio con núcleo tiene la razón intergeneracional, es que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. No tengo un fusil a mi lado para fundirlo en la fragua gitana de los lamentos helados, pero sí puedo hacer que alguien como yo en las circunstancias que definen la mitad de mi persona haría. Es decir, decir. Y digo, cuando menos, que el rojo no sobra, que partió como burla y con el destiempo se volvió el cobertor de mi torso. Tus lágrimas se hicieron mi sudor. La P, la J, y la C son mis carcajadas. Afuera hay un peluche que me da más miedo que los camiones de bomberos. Yo creo que esto es arritmia

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