jueves, 1 de julio de 2010

Una poesia final

Había terminado
lo que había dado comienzo.
Aunque expectante en la sombra
el viejo profeta auguraba silencio.
Todo lo cantado se había hecho números.
¿Qué se podía esperar del cielo?
Lo cierto es que pasó el tiempo
la ruina se convirtió en edificio gubernamental
el desorden en derecho
la moral en doble moral.

Una calle y un kiosco
separaban lo que había sido dicho
de lo que estaba por decirse.

Un hombre, llamémosle Adán
habitaba el cosmos y se olvidaba del cosmos
habitaba el universo y se olvidaba del universo
miraba el cielo y pensaba que era el límite
miraba a la tierra con cierta desconfianza.
Se miraba extrañado.

Una mujer, llamémosle Eva
había refundado la escuela cosmogónica
había gritado las faldas del cielo
había obligado al campo en intento
había crecido la milpa.

Un ser moderno
-desprendido de la segunda palabra-
quedaba huérfano de sí.

Un corazón colectivo
-aturdido de tanto seco-
se hacía sentimiento.

Si no te dejo libre para que elijas…
¿qué tipo de libertad me tocará en suerte? /ama a tu próximo como a ti mismo

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