martes, 25 de octubre de 2011

Filosofía aquí y ahora II. José Pablo Feinmann. Encuentro 9: La filosofía latinoamericana




Sumario

1 ¿Desde qué punto de partida podemos pensar la filosofía latinoamericana?
2 ¿Hay un pensamiento latinoamericano?
3 ¿Poscolonialismo o neocolonialismo?
4 Facundo, ¿un gran libro latinoamericano?


1 ¿Desde qué punto de partida podemos pensar la filosofía latinoamericana?


Nos vamos a empezar a ocupar de la filosofía latinoamericana. Aquí ya está el primer problema: ¿hay filosofía en Latinoamérica? Voy a contar una pequeña anécdota: cuando yo cursé Historia del Pensamiento Argentino no era Historia de la Filosofía Argentina, no había una filosofía argentina. Acá da pudor hablar de una filosofía latinoamericana. Filosofía hacen los europeos, nosotros –a lo sumo- pensamos. Entonces habría que decir que nos vamos a empezar a ocupar del pensamiento latinoamericano. Pero lo importante es pensar, después vamos a ocuparnos de esas exquisiteces, si Filosofía o pensamiento.


¿Desde qué punto pensamos o hacemos filosofía latinoamericana o pensamiento argentino? Materias –aclaro- en las que fui profesor durante largo tiempo hasta el ’74 donde vino un señor que se llamaba Alberto Ottalagano y me echó de la Facultad porque era el gobierno de Isabel Martinez y lo puso a Alberto Ottalagano que era nazi tirando a la derecha.


El punto de partida de la filosofía latinoamericana tiene que ser Latinoamérica. Es una Filosofía en situación. Nosotros tenemos que pensar desde nosotros mismos. Y esa va a ser ya una tremenda originalidad de la filosofía latinoamericana porque nosotros, los latinoamericanos, hemos sido pensados más de lo que pensamos. Y cuando nos hemos pensado, pensamos a partir de categorías europeas. Nos pensamos a nosotros mismos a partir de categorías europeas. Raramente nos hemos pensado desde categorías propias que surgieran de la realidad social, política, humana, existencial, del continente latinoamericano. En este sentido, plantear un pensamiento latinoamericano es ya un desafío porque vamos a partir de una situación distinta a la del pensamiento europeo.


Para decirlo claro: la filosofía europea es la filosofía del Occidente europeo. El Occidente europeo tuvo la gran habilidad de identificar a la razón, al progreso, a la civilización y a la Filosofía con Occidente, olvidando todo el mundo islámico y olvidando por supuesto al continente latinoamericano. Pero, el continente latinoamericano puede pensarse a sí mismo y ya nos estamos pensando a nosotros mismos porque esto que acabo de decir es uno de los puntos de partida del pensamiento latinoamericano. Señalar claramente, terminantemente –vamos a tratar de grabarlo, y esto les va a molestar a muchos-: la Filosofía tal como se la entiende es la filosofía del Occidente europeo que nace en los griegos, en el mediterráneo, en el siglo V AC y llega hasta Derrida, Foucault, los estructuralistas, los posestructuralistas que ahora triunfan en la academia norteamericana que los asume y tienen un poder enorme.


En cambio nosotros tenemos que pensarnos a partir de nosotros mismos, de Latinoamérica, pensar como latinoamericanos. Y esto quiere decir –y esta es la pregunta del desafío- que quizás nos somos parte de la historia de Occidente, o que quizás somos una particularidad de la historia universalizadora de Occidente, o que quizás hemos sido arrasados por el poder de Occidente. La teoría que yo voy a sostener es que América, como los territorios asiáticos, África, la India, China, fueron colonizadas por las potencias europeas. No bien llega Colón en 1492 a América comienza el despliegue del capitalismo burgués. Cuando llegan esas 3 carabelas ahí despega el capitalismo burgués ¿cómo despega? Despojando las riquezas de América. Esto es lo que Marx -en un capítulo célebre de “El Capital” que es el capítulo XXIV que se llama “A propósito de la llamada acumulación originaria”- se pregunta: ¿cómo el capitalista consiguió su capital? Porque el capitalista no viene al mundo con el capital, el capitalista tiene que conseguir el capital. La civilización burguesa tuvo que hacerse poderosa. ¿Cómo se hizo poderosa? Saqueando a su periferia. La conquista de América es para llevarse el oro de América hacia los países centrales y ése fue el fundamento de la acumulación originaria del capital europeo y su posible despegue.


2 ¿Hay un pensamiento latinoamericano?


Esto tiene una respuesta inmediata y fácil –también un poco orgullosa-, nosotros estamos aquí, estamos haciendo un curso de Filosofía por televisión y desde la República Argentina que no es Europa (aunque lo intentó ser. En algún momento estuvo muy orgullosa de ser Europa, a comienzos del siglo XX, pero ése es otro tema). ¿Hay un pensamiento latinoamericano? Sí, nosotros aquí pensamos en situación, pensamos como argentinos, no podemos pensar como otra cosa, aunque quisiéramos pensar como un europeo no podríamos porque no somos europeos. Porque los únicos que pueden pensar como europeos son los europeos. O sea que esto que nosotros estamos haciendo aquí, que estamos tratando de pensar-nos, es filosofía latinoamericana. 
 

Ahora, lo que potenció el pensamiento europeo, lo que lo hizo y lo hace posible, lo que hizo de Europa una potencia central ubicada en la centralidad del mundo fue el genocidio americano. Es decir, cuando llega nuestro amigo Colón –en ese día que llamamos absurdamente “de la raza”-, ahí se inicia el despegue del capitalismo europeo. Ahí comienzan las naves, los galeones españoles se llevan todo a España. Como España en esa época –no sé ahora- era una nación un tanto indolente, no hacía nada con el oro, entonces aparecen los piratas, y ¿qué hacen los piratas ingleses? Les roban el oro a los galeones españoles y se lo llevan a Gran Bretaña. Gran Bretaña es una nación industrialista, pujante, y hace el capitalismo. Entonces, cada vez más ese capitalismo se va concentrando en Europa.


Ahora, ese capitalismo responde a un genocidio latinoamericano que se calcula entre 30, 50 o 70 millones de muertos. Cuando muere una persona nos horrorizamos. Cuando nos dicen que mataron 50 millones es una estadística. Este es el horror de las grandes cifras, son una estadística, no nos emocionan. Si vemos morir a alguien en la calle, que lo atropella un coche, por ahí nos da un infarto. Pero cuando nos dicen que mataron 50 millones de habitantes originarios en América latina, es una estadística. El pensamiento acerca del holocausto, acerca de Auschwitz, dice: no mataron 6 millones de judíos, sino que mataron 1 y después lo mataron 6 millones de veces más. Esto es para recalcar el valor de cada vida singular humana.


Con este genocidio que Europa no reconoce –ustedes vieron que España festejó los 500 años de la conquista de América como un gran acontecimiento festivo, fue un festival-. Bueno, ese festival para América latina representó no sólo el despojo de vidas humanas sino de todas las riquezas que fueron llevadas al centro de Europa y en Inglaterra esto toma el despegue del Capital. Y ahí se produce la centralidad de la civilización en Europa. Europa pasa a representar la civilización.


La burguesía es una clase poderosa históricamente y Marx lo reconoce mucho en “El manifiesto comunista”. Marx es un hombre enamorado de la burguesía en “El manifiesto comunista” porque ve que la burguesía es una clase tremendamente poderosa para hacer la Historia. Entonces, la burguesía concentra las industrias en Manchester y Liverpool. Inglaterra es una nación industrialista y todos los otros territorios periféricos quedan condenados a ser proveedores de materias primas del taller del mundo que es Inglaterra. 
 

Y yo les voy a explicar muy simplemente por qué un producto industrial vale más que una parva de trigo. Porque la parva de trigo no hay que agregarle nada, entonces una clase ociosa agarra la parva de trigo y la exporta. En cambio el producto industrializado requiere que se le agregue valor, no es un pedazo de hierro, es hierro trabajado, es el acero, el trabajo de la industria. Entonces, el producto industrializado siempre vale más que la materia prima. Nosotros quedamos condenados a ser productores de materias primas. Europa es el taller del mundo y sobre todo Inglaterra es el taller de todas las manufacturas que luego exporta a América latina que importa esas manufacturas como importa el pensamiento europeo. Porque esto es lo doblemente trágico: no sólo América latina se dedica a no producir una industria autónoma sino que no produce un pensamiento autónomo, porque el pensamiento latinoamericano comienza su despegue como reflejo del pensamiento europeo, y no podía ser de otro modo. 
 

Porque para ser culto, en el siglo XIX, había que leer los textos de los teóricos europeos porque –por ejemplo- en la Argentina, los que no eran cultos (los caudillos federales: Facundo Quiroga, Ángel Vicente Peñaloza, Francisco Ramírez, Felipe Varela, López Jordán, etc.) eran hombres del pueblo, eran ignorantes. En cambio la clase cultivada de Buenos Aires lee todos los libros europeos que venían en los barcos, y con esos libros europeos intentan comprender nuestro país: trágica contradicción.


3 ¿Poscolonialismo o neocolonialismo?


Hay una corriente filosófica que se estudia todavía en las academias y que tuvo mucho desarrollo y es la llamada “Teoría poscolonial”. El representante que a mí más me interesa y que quizás ustedes oyeron hablar de él por lo que hizo –ahora murió-, es Edward Said. Edward Said estaba asociado con el pianista y conductor de orquesta Daniel Barenboim porque habían hecho una orquesta mitad palestina, mitad israelí, que dirigía Barenboim y Edward Said le daba a Baremboin el fundamento teórico. Edward Said se llama a sí mismo un teórico poscolonial palestino. Después está Gayatri Spivak de la India y está Homi Bhabha, pero ellos están equivocados. La situación que ellos describen no es poscolonial, nadie puede decir que la India es un territorio que ha dejado de ser una colonia definitivamente, o Palestina, o Argelia. Son territorios neocoloniales. Esta es una definición que le corresponde a Tulio Halperin Donghi que lo cito porque es un historiador muy prestigioso que se fue de la Argentina en 1966 e hizo una gran carrera académica en los Estados Unidos, entonces si uno lo cita a Halperin Donghi queda bien.


Tulio Halperin Donghi habla del “pacto neocolinial”. Después vamos a hablar del pacto neocolonial. ¿Qué es la Revolución de mayo? La Revolución de mayo es el pacto neocolonial que Buenos Aires hace con las potencias europeas hegemónicas de ese momento: Inglaterra en lo económico y Francia en lo comercial, y reniegan de España. Es salir de España para entrar en la órbita de Inglaterra y Francia, ese es el pacto neocolonial.


Ahora, Spivak, Edward Said, Homi Bhabha dicen que ellos escriben teoría poscolonial. No hay poscolonialismo porque el colonialismo no terminó. No hay poscolonialismo, lo que hay son nuevas formas de colonialismo, así que estos teóricos parten de un punto de vista equivocado. Ellos, el error que tienen es que para estudiar los textos coloniales estudian la literatura europea y, en efecto, en la literatura europea hay una enorme presencia del colonialismo. Estudian Jane Austen, estudian “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad y ahí descubren los elementos colonialistas que hay en esa literatura.


Nosotros no necesitamos de ningún texto europeo. Fue nuestra propia burguesía porteña, la burguesía de Buenos Aires la que escribió los textos neocoloniales. A ver si está claro esto: no tuvimos que ir a buscar las teorías neocolonialistas en los europeos, fueron escritas por nuestra ilustrada burguesía de Buenos Aires. Por supuesto, se basaron en libros europeos, pero las escribieron ellos mismos y brillantemente, con gran talento. El más talentoso de todos, el que escribe un libro desmedido, desmesurado, genial, contradictorio, que uno lo odia, lo detesta, lo ama, lo admira, que es una mezcla de novela, ensayo, psicología de los personajes, estudio geográfico, es Domingo Faustino Sarmiento que escribe “Facundo. Civilización y barbarie”. (“Civilización o barbarie” también puede ser porque es una opción de hierro la que da Sarmiento)


Nuestro gran texto neocolonial es el que Sarmiento comienza a publicar en el diario “El progreso” de Chile donde Sarmiento estaba –en efecto- exiliado. Sarmiento era un titán –digamos-, no hubo otro como Sarmiento, fue un gran escritor, fue un gran viajero, fue un gran mujeriego, fue presidente de la República, fue militar, fue asesino (como el mismo lo dice: “Van a conocer ahora al militar, al asesino”). Y pensar las estupideces, las cosas que se escriben sobre Sarmiento en los libros de Historia de los colegios argentinos: es un insulto a la personalidad gigantesca de Sarmiento, él mismo en “Mi defensa” dice en un capítulo: “ahora van a conocer al militar, al asesino”. Este personaje tan contradictorio merece un mejor tratamiento y vamos a tratar de dárselo.


Sarmiento escribe en Chile donde estaba exiliado durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Escribe “Facundo” y lo publica en “El progreso” como folletín. Escribe descontroladamente y vamos a ver qué es lo que nos dice en este texto fundamental de nuestra literatura.


4 Facundo, ¿un gran libro latinoamericano?


La pregunta es: ¿es Facundo un libro americano? ¿Es un libro que responde a la esencia profunda de nuestro país, de la Argentina? Por supuesto, más allá de todos los teóricos que encuentren en Facundo la teorización del pacto neocolonial, la exaltación de la unidad con Europa, la necesidad de europeizar el país e incluso la necesidad de exterminar a los gauchos y a sus caudillos, Facundo es un libro profundamente argentino y americano.


Ustedes observen lo siguiente, Sarmiento no escribe la biografía de Rivadavia. Sarmiento no escribe la biografía –ni siquiera- de San Martín, como hace Mitre que escribe las biografías de los grandes hombres de la historia argentina: San Martín, Belgrano. Sarmiento se mete con lo que yo llamo el barro de la historia, Sarmiento escribe la biografía de Juan Facundo Quiroga, no escribe la biografía del general Paz que para Sarmiento era la esencia del militar a la europea. Escribe la de Juan Facundo Quiroga porque Juan Facundo Quiroga es para Sarmiento un personaje argentino, americano, es un caudillo detrás del cual van las masas, un caudillo que tiene una vida azarosa, un caudillo bárbaro para Sarmiento, representa a la barbarie –es decir “lo otro” de la civilización-. Pero ese otro de la civilización lo fascina tanto a Sarmiento que escribe sobre eso e incluso llega a decir de Quiroga: nuestras sangres son afines.


Y describe tanto a la montonera de Quiroga que, en algún texto que he escrito en el pasado, yo lo llamaba a Sarmiento “el poeta épico de la montonera” porque –esto es muy lindo, piénsenlo- en el “Martín Fierro” no hay montoneras. En el “Martin Fierro” que es tomado como el canto al gaucho lo que hay es el gaucho derrotado, el gaucho llorón, el gaucho que se va a la frontera con el sargento Cruz, se queda entre los indios y cuando vuelve, vuelve manso, vuelve a trabajar.
El que obedeciendo vive/ Nunca tiene suerte blanda/ Más con su soberbia agranda/ El rigor con que padece/ Obedezca el que obedece/ Y será bueno el que manda”. Bueno, esa no es una consigna muy combativa. ¿Por qué? Porque el gaucho Martín Fierro es el gaucho derrotado que está pidiendo permiso para formar parte del sistema que ya hegemoniza Buenos Aires.


Facundo Quiroga no. El gaucho que pinta Sarmiento es el gaucho de la montonera guerrera, el gaucho del gran caudillo de La Rioja que guerrea contra el general Paz en Oncativo, en La Tablada, que llega a Buenos Aires, que cambia cartas con Rosas, que Rosas lo manda en esa misión al interior, que lo matan en Barranca Yaco. Es una vida llena de acontecimientos. No es la vida del señor Rivadavia que hacía negocios con la Baring Brothers y, ojo, esto no es revisionismo histórico, yo no hago revisionismo. El que crea que yo hago revisionismo, le aviso lo siguiente: yo lo olvidé al revisionismo histórico, yo estudio la historia argentina desde el libro de Theodor Adorno y Max Horkheimer “Dialéctica del Iluminismo” y desde el Heidegger 2, los cuales demuestran que la acción del colonialismo y del imperialismo en los países periféricos fue nefasta. Y ustedes díganme si nosotros podemos hablar del progreso como hablaban Mitre, Sarmiento, la generación del ’80, ¿dónde está el progreso de la periferia? ¿De qué sirvió la colonización de la burguesía europea? No sirvió. Las naciones siguen atrasadas, tan atrasadas como estaban antes de que vinieran las burguesías europeas o más, porque de haber seguido su desarrollo habrían quizás tenido una autonomía y una dignidad nacional mayor.


Sarmiento es entonces el gran escritor argentino. Lo que escribe Sarmiento es la vida de Quiroga, la vida del Fray Félix Aldao que era un montonero, la vida de Ángel Vicente “el Chacho” Peñaloza a quien la burguesía de Buenos Aires dirigida por Mitre y por Sarmiento lo mata en Olta, le corta la cabeza y la clavan en una pica en la plaza de Olta. Y Sarmiento dice: muy bien, así es como se hace.


Este tipo sanguíneo, este tipo talentosísimo, escribe en un lenguaje profundamente argentino. Cuando Sarmiento le manda su libro al gramático cubano Mantilla, aquel no lo puede creer, alguien que en América escriba en un lenguaje americano, que se ocupa de temas americanos, de personajes americanos. A diferencia del “Martín Fierro”, “Facundo” agarra al gaucho en su momento más combativo, cuando el gaucho se está enfrentando a Buenos Aires, cuando todavía está peleando por su autonomía, cuando todavía no lo derrotaron. El gaucho antes de la batalla de Pavón de 1861 donde Urquiza se retira y le deja la batalla y el triunfo a Mitre, traiciona al federalismo y ahí el federalismo pierde la batalla –además con la guerra del Paraguay-. Ese gaucho derrotado es el que toma Hernández en el “Martin Fierro”.


Esto que yo estoy diciendo es pensamiento argentino, esto es filosofía nacional. Estamos pensando sobre nuestra historia, sobre nuestros libros, sobre lo que nos pasó a nosotros. Estamos tratando de entender lo que nos pasó a nosotros. Lo que nos pasó a nosotros es lo siguiente: ganó la burguesía de Buenos Aires y ganó la oligarquía terrateniente. Hicieron, no un país sino una ciudad. Una ciudad le ganó a un país. Se construyó una ciudad en lugar de un país, todo el resto quedó condenado a la pobreza y más o menos ahí sigue todavía.


Ahora, estos titanes como Sarmiento que construyeron este país a la vez escribieron una genuina literatura latinoamericana: por el lenguaje, por los tipos latinoamericanos que eligieron.


Todo esto es muy denso, muy apasionante, nosotros vamos a volver sobre esto. A mí me gusta mucho, si yo se los puedo transmitir voy a ser muy feliz.


Podés ver o descargar este Encuentro de aquí.




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