jueves, 1 de diciembre de 2011

Filosofía aquí y ahora IV. José Pablo Feinmann. Encuentro 4: Simón Bolívar y la unión latinoamericana



Sumario
1 El Libertador
2 La interpretación de Karl Marx
3 La carta de Jamaica
4 El encuentro en Guayaquil


1 El Libertador

Esta es la cuarta entrega de “Filosofía aquí y ahora”. También es el cuarto ciclo de “Filosofía aquí y ahora”. Todos estamos muy contentos de haber llegado hasta acá y pensamos llegar mucho más lejos. Nadie nos puede negar el optimismo.
Este cuarto ciclo se llama “Filosofía y colonialismo”. Esta cuarta entrega está dedicada a Simón Bolívar. Una figura muy conocida, demasiado conocida, y como todas las figuras demasiado conocidas, demasiado desconocido también. Demasiado desconocido por las tantas interpretaciones que se han hecho sobre él. En realidad, las interpretaciones siempre caen vertiginosamente sobre los personajes famosos hasta que, finalmente, ya no se sabe cuál elegir. 
A Bolívar lo que nadie le niega es su condición de Libertador de América Latina del poder hegemónico monárquico español junto a José de San Martín y yo diría también junto al mariscal Antonio José de Sucre
Simón Bolívar nace en 1783 y muere en 1830. No es una vida muy dilatada pero es una vida llena de acontecimientos. Es muy interesante notar que Bolívar muere cuando Juan Manuel de Rosas llega al poder en la Argentina, llega a su primer momento. Juan Manuel de Rosas, una figura sobre la que en algún momento nos vamos a detener.
¿Cuál fue el gran proyecto por el que se lo conoce a Bolívar? A Bolívar se lo conoce por un gran proyecto. Es decir, uno dice Bolívar e inmediatamente resuenan cosas como “la unidad latinoamericana”, el continente que forma un solo bloque frente a todos los otros bloques que puedan enfrentarlo; y también las teorías opuestas, si es que realmente Bolívar estaba detrás de eso y qué viabilidad tenía ese proyecto de la América Latina autónoma y unida.
Luego es retomado por otros. El que fundamentalmente lo retoma en el siglo XIX es el llamado “Quijote de Los Andes” que es el caudillo catamarqueño Felipe Varela. Felipe Varela hablaba muchísimo de la unidad latinoamericana junto con el caudillo sanjuanino Juan Saá y junto –también- con el mariscal Francisco Solano López y las montoneras del interior mediterráneo. 
Ahora bien, algunos sospechan un poco de Bolívar. ¿Bolívar era totalmente bueno, generoso, abierto, deseaba lo mejor para América Latina o ese altísimo perfil que siempre cultivó –altísimo, el más alto perfil de todos los guerreros de América Latina (mucho más alto que el de San Martín, infinitamente más alto que el del Sucre)- habla de una gran ambición? ¿Esa gran ambición habla de elementos autoritarios en su carácter? Si hay elementos autoritarios en el carácter y en la formación de Bolívar entonces, ¿sus proyectos políticos de una América Latina unida implicaban que esa América Latina se uniera bajo una dictadura bolivariana? Esto no lo vamos a poder responder porque nada de esto se realizó, ni la dictadura bolivariana ni América Latina se unió ni se ha unido todavía aunque en esa tarea está.
Hay muchos trabajos sobre Bolívar e incluso Bolívar es una bandera. Bolívar puede ser la bandera de la libertad, la bandera de la lucha contra el invasor extranjero, la bandera de la defensa de la tierra nacional que está bajo nuestros pies, la bandera del libertador bravío que conduce a los ejércitos para liberar estos territorios de los conquistadores colonialistas.
Nosotros nos vamos a ocupar de Bolívar a través de un texto de Karl Marx que causa horror a los marxistas y creo que tienen razón en horrorizarse porque el texto es muy duro con Bolívar. En realidad no tienen razón en horrorizarse porque el texto es totalmente coherente de acuerdo a la visión que Marx tenía de los territorios que estaban fuera del centro del espíritu del occidente europeo. Así que vamos ya a ver qué decía Marx de Simón Bolívar.

2 La interpretación de Karl Marx
El texto de Marx que ahora vamos a ver fue un texto muy poco conocido porque recién se lo conoce en 1934. Se lo conoce en la Unión Soviética. Los textos de Marx y Engels sobre el problema colonial no son los más afortunados de su obra. Creo que vale la pena recordar que Engels aplaudió la conquista norteamericana en México porque la idea era que los norteamericanos iban a llevar relaciones de producción más modernas a México de las cuales iba a surgir un proletariado vigoroso, industrial y revolucionario. En tanto que de la pereza mexicana –así lo dice Marx y Engels- no iba a surgir nada.
Ahora bien, esto se extiende también a Bolívar y Marx no le ahorra nada, le dice que es un canalla, que es un cobarde, que no hubo nada peor que él en la historia, que fue brutal, que fue miserable. Pero, aparte de estos adjetivos que pudo haber evitado, Marx se lanza a contar la historia de Bolívar. Muchos marxistas nos van a decir: atención, Marx estaba mal documentado, no hay que tomar en serio ese trabajo porque estaba mal documentado -si bien se documentó en el British Museum donde también se documentó para “El Capital”, para el Bolívar estaba mal documentado-. Esto es un disparate porque es una estupidez decir que Marx era un hombre capaz de documentarse mal, más bien que conocía su trabajo y sabía cómo debía documentarse un escritor, un historiador y un filósofo cuando abordaba un tema.
Entonces, comienza a hacer una historia de Bolívar que lo deja mal parado en todas las circunstancias. Dice: no adhiere a la revolución que estalla en Caracas. Viaja a Londres a comprar armas. También a gestionar distintos negocios. La relación Bolívar Inglaterra es constantemente puesta de manifiesto por Marx. Y lo peor que señala Marx –y además es absolutamente cierto, nadie lo deja de señalar-  es que Bolívar tiene conflictos con el General Miranda, nada menos que Francisco de Miranda, a quien Bolívar traiciona y entrega. Es que Bolívar se estaba abriendo paso él para protagonizar él la revolución latinoamericana y no quería que viniera Miranda a birlarle ese privilegio y ese puesto.
Se convierte en un jefe militar. Uno más, nunca se sabe. Pero nunca puede ser Bolívar uno más. Se transforma en un personaje muy importante en Venezuela –de una enorme personalidad- y comienza a llevar adelante campañas muy exitosas contra los españoles, acompañado siempre por Antonio José de Sucre que era un estratega militar genial. Así es como Bolívar entra en Caracas en agosto de 1813, 3 años después de la Revolución de Mayo en la Argentina. Y, directamente, se proclama Libertador de las provincias occidentales de Venezuela. Esto se lo reprocha Marx, esto que entre y se proclame inmediatamente dictador de Venezuela.
Marx describe la entrada de Bolívar en Venezuela como una entrada apoteósica y la imagina como la entrada de un Napoleón. Creo que Marx ve en Bolívar a un Napoleón le petit que lo fastidia mucho y que él le va a bajar los humos a ese general al que tanto se intenta engrandecer. 
La que da Marx es, por supuesto, una visión eurocéntrica de un general festivo, porque describe a las tropas de Bolívar y al mismo Bolívar como muy entregados a los festejos y a la alegría y a lo dionisíaco y a la embriaguez de los éxitos que se van logrando. Esto, es cierto, es una mirada de un europeo sobre un continente americano que para los europeos siempre fue un continente lleno de vida, lleno de sangre, lleno de alcoholismo, lleno de desborde; hasta que el que hace el gran negocio con esto –y espero que nadie se ofenda- es Gabriel García Márquez cuando escribe “Cien años de soledad” e inventa el “realismo mágico” que es lo que los europeos quieren. ¿Qué quieren los europeos de América Latina? “Que los cerdos vuelen”, les encanta eso. Entonces el realismo mágico se impone durante años y los europeos compran eso. Después empiezan a comprar dictaduras, desaparecidos y todavía están en eso. ¿Por qué? Porque Europa todavía sigue considerando que ella es la racionalidad y América Latina es el desorden, la pasión, lo turbulento.

3 La carta de Jamaica
En 1815 Bolívar ya intenta darle un marco orgánico a esta idea que tiene de la unidad latinoamericana. Para esto redacta una “carta de Jamaica” y esta “carta de Jamaica” justamente lo que debe dar son los lineamientos para la unidad latinoamericana y que –y esta es la gran sospecha de todos y la sorpresa casi unívoca- esa unidad latinoamericana Bolívar quiere que sea puesta a sus pies o al menos dirigida por él mismo como caudillo político y militar. Es decir, el asumiría un comando estratégico de la unidad latinoamericana.
Ustedes observen a esta altura cómo las oligarquías criollas de todos los países de América Latina estarían mirando a Bolívar como una especie de loco que intentaba unir lo que no quería unirse de ninguna manera porque cada una de las oligarquías de los países de América Latina quería hacer sus propios negocios luego de lograda la independencia. En este sentido, quizás, lo que se puede decir del autoritarismo de Bolívar o que Bolívar era un dictador que quería ponerse al frente de la unidad latinoamericana sea un mal menor ante las oligarquías que querían balcanizar América Latina, desmigajar América Latina y negociar cada una con el imperio. Hay que pensar si un dictador tipo Bolívar, uniendo América Latina, podría haber funcionado. Yo creo que no porque lo que no le gustaba a Inglaterra en el siglo XIX, no caminaba. 
Sin embargo todavía en medio de estos planes, el poder español sigue vigente en América Latina y Bolívar, que nunca se llevó mal con Inglaterra –igual que Mariano Moreno nunca se llevó mal con Inglaterra, al contrario, en el Plan de operaciones que se le atribuye le piensa ceder a Inglaterra nada menos que la isla de Martín García—. Bolívar incorpora a su ejército a una legión británica que Marx elogia muy mal intencionadamente, porque ustedes observen: todas las acciones que hace Bolívar a partir de ese momento Marx se las atribuye a esta legión extranjera, británica, que Bolívar incorpora a sus tropas. Todo es mérito de ella.
Bolívar, a su vez, en la puerta de su tienda pareciera darle la razón a Marx porque pone a dos soldados ingleses para custodiarlo. “Dime a quien pones para que cuide tu vida y te diré en quién confías, en la eficacia de quién confías”, pareciera que Bolívar nos está diciendo yo confío mi vida a la eficacia de dos soldados británicos antes que a la eficacia de dos soldados latinoamericanos.
Marx señala que Bolívar se convierte en Presidente, Libertador de Colombia, Protector y Dictador de Perú y Padrino de Bolivia. O sea, son unos cuantos cargos como para que lo desempeñe una sola persona. Pero Bolívar se creía algo mucho más que una sola persona. Bolívar se creía Bolívar. Podríamos decir de Bolívar lo siguiente: Bolívar, antes de ser Bolívar, ya se creía Bolívar. Entonces, esta ambición y esta seguridad que tiene en sí mismo lo lleva a ponerse al frente de estos proyectos tan tremendamente ambiciosos. 
En 1824, finalmente, ocurre un hecho glorioso para América Latina que es la Batalla de Ayacucho en la que colaboran muchos jefes del ejército libertador argentino y que la gana Antonio José de Sucre venciendo definitivamente al poder español en América Latina. Yo creo sinceramente que Sucre era muy superior como estratega militar a Bolívar, lo que pasa es que era un hombre de muy bajo perfil, de gran humildad y que simplemente quería cumplir con la tarea para la cual estaba capacitado. Es decir, derrotar a los españoles porque sabía más que ellos acerca del arte de la guerra. Entonces ahí es donde Sucre derrota a los españoles en 1824.


4 El encuentro en Guayaquil
El 26 de julio de 1822 hay un encuentro que es “el encuentro de los encuentros del siglo XIX”. Hay varios encuentros que han pasado a la historia. No todos los encuentros pasan a la historia. Yo me encontré con mucha gente y la verdad creo que ninguno pasó a la historia. Pero si se encuentran Bolívar y San Martín en Guayaquil -bueno Guayaquil ha pasado a ser como el misterio de la historia de América Latina-, se encuentran los dos gigantes y qué es lo que ocurre; ocurre lo siguiente: los dos gigantes eran muy distintos, San Martín tenía una estatura apreciable, Bolívar era más bien tirando a bajo, y la ambición de Bolívar iba mucho más allá de la liberación del monopolio español sobre América Latina. La de San Martín creo que no, creo que no porque acá es el momento de conjeturar. Yo no estuve en la reunión de Guayaquil y ninguno estuvo así que todos los que hablen no hacen más que conjeturar. Pero ¿qué es lo que pasa después de la reunión de Guayaquil? Lo que pasa después de la reunión de Guayaquil que arbitrariamente le da el triunfo a Bolívar es que San Martín se retira. En realidad, San Martín se retira porque da por terminada la batalla contra el conquistador colonialista español. Entonces, su tarea ha terminado y se va.
Bolívar seguramente le habrá contado en esa entrevista a San Martín los planes de la América Latina unida, los planes de unificar todo el territorio americano, seguramente bajo su conducción, o en todo caso le habrá propuesto compartir la conducción cosa que a San Martín le habrá importado un pito porque San Martín no tenía ambiciones de gobierno, era un militar estrictamente, un estricto militar que vino a realizar una tarea militar y la realizó brillantemente y se va. Bolívar se queda y el encuentro de Guayaquil creo que sería el siguiente: San Martín le habrá dicho a Bolívar que él no creía que sería posible, ni siquiera conveniente, ese proyecto de una unidad latinoamericana. Se lo habrá dicho porque veía que el único capaz de llevarla a cabo era Simón Bolívar. Y si el único capaz de llevarla a cabo era Simón Bolívar, el único capaz de ponerse al frente de la empresa era Simón Bolívar. En consecuencia San Martín se va a su retiro europeo y el ejército libertador retorna y Bolívar continúa con sus emprendimientos geopolíticos.
Lavalle somete al ejército libertador como policía interna dentro de la política nacional argentina al utilizar nada menos que a ese ejército para derrocar a Dorrego y fusilarlo. Lavalle es el San Martín que San Martín no quiso ser. Lavalle es el San Martín que San Martín se negó a ser. Un militar no es un policía –le habrá dicho San Martín. Mi tarea como militar fue echar de América Latina al imperio español. No tengo nada más que hacer aquí y jamás desenvainaré mi espada en luchas fratricidas. Sin embargo, ¡ojo!, desenvainó su espada otra vez cuando –insólito hecho- Juan Manuel de Rosas, en la batalla de la Vuelta de Obligado, sorprende a los ingleses ofreciéndole una resistencia denodada y ejemplarmente patriótica, San Martín le envía al Restaurador de las Leyes “el sable que me acompañó durante toda la conquista de Los Andes contra los españoles”. ¡Qué actitud excepcional! Qué reconocimiento enorme hacia Rosas. Otra vez la teoría de que San Martín estaba mal informado, etc. No, no, no. San Martín no estaba mal informado. Le mandó el sable a Rosas porque vio en Rosas -en mil ochocientos cuarenta y pico- una nueva encarnación de la lucha libertaria que él había llevado en sus años jóvenes. 
En cuanto a Bolívar siguió desarrollando sus buenas relaciones con Inglaterra sobre todo a través de tratados de comercio. Ahora, la idea de la unidad de América Latina no se llevó a cabo nunca, muy sencillamente por la siguiente razón: cuando hay un imperio tan poderoso como el imperio británico en el siglo XIX, no le conviene tener en frente a un bloque de poder como hubiera sido una América Latina unida económica, social, política y bélicamente. En consecuencia, Inglaterra, apoyada en las oligarquías locales, desmembró América Latina. 

Esa unidad está siendo hoy retomada pero también con enormes luchas internas. Porque el llamado populismo latinoamericano, tan denostado por todos los civilizados del neoliberalismo, está visto como una nueva restauración de la unidad de América Latina.



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