miércoles, 23 de octubre de 2013

Octubres revolucionarios en Guatemala del siglo XX y Bolivia del siglo XXI




Para muchos “revolucionarios” bolivianos, el actual proceso de transformaciones sociopolíticas de este país suramericano es único en sus motivos y objetivos. Como para la gran mayoría de guatemaltecos, “revolucionarios” o no, los truncados objetivos de la Revolución Nacional de 1944, ya son humanamente imposibles de lograrlos. Sin embargo, en la Bolivia del siglo XXI se está logrando lo que no se pudo sostener en la Guatemala revolucionaria del siglo XX.
 
Guatemala, octubre revolucionario inconcluso de 1944
 
En Guatemala, en octubre de 1944, la irracionalidad, la opulencia y el terror de 14 años continuos de dictadura militar de Jorge Ubico despertaron la indignación de estudiantes, profesionales y militares excluidos del banquete feudal.
 
Así fue que el 20 de octubre de aquel año “El Napoleón del Caribe” (el dictador Jorge Ubico), presionado y desestabilizado por el movimiento estudiantil, la emergente burguesía, profesionales y sector subalterno militar, tuvo que abandonar el poder dejando en su lugar a uno de sus discípulos. Ese momento de inestabilidad sociopolítica fue optimizado por militares y civiles “de espíritu socialista” quienes dieron paso a la década del proceso revolucionario nacionalista guatemalteco que duró hasta 1954.
 
¿Por qué la venganza de la bananera norteamericana?
 
El Presidente Juan José Arévalo (1945-1951) y el Presidente Jacobo Árbenz (1951-1954), ambos electos democráticamente después de la caída de la dictadura, impulsaron un programa revolucionario democrático cultural sin precedentes. Ampliaron, como nunca antes, el acceso de la población a la educación. Legislaron e implementaron los postergados derechos laborales en un país semi feudal. El actual Instituto Guatemalteco de Seguridad Social es una de esas reliquias sociales.
 
Expropiaron y nacionalizaron todas las tierras privadas incultas (sobre todo las usurpadas por la frutera norteamericana) en beneficio del Estado y de organizaciones campesinas. Comenzaron la construcción de las vías camineras más importantes del país para contrarrestar el monopolio del servicio de transporte que controlaba la empresa bananera norteamericana.
 
Hicieron del Estado un actor principal en la economía del país. Y así, muchos otras iniciativas económicas sociales para ampliar la garantía y el ejercicio de los derechos humanos. Para fundamentar y orientar este proceso revolucionario se redactó una nueva Constitución Política del Estado, basado en la dignidad y la soberanía nacional, acorde a las postergadas aspiraciones del pueblo.
 
Este proceso afectó directamente a los privilegios económicos y políticos de la United Fruit Company, de la obtusa oligarquía semifeudal nacional y de la jerarquía católica medieval. En este contexto, y en su desesperación, la empresa frutera recurrió a la Secretaría de Estado de los EEUU, a la CIA y a la Embajada de los EEUU. en Guatemala, para intentar recuperar sus extensas tierras nacionalizadas por la revolución. Así fue cómo, en nombre de la defensa de la democracia, y en contra del “comunismo”, aglutinó y utilizó a los militares detractores de la revolución, a la jerarquía católica y a los ricos del país para derrocar a Árbenz y al sin precedente proceso de cambios estructurales en Guatemala.
 
¿Por qué Guatemala no pudo defender su primavera revolucionaria?
 
El núcleo revolucionario en el poder, incluso con el anónimo apoyo activo de Che Guevara, no pudo resistir la contrainsurgencia militar del exilado Catillo Armas. Árbenz jamás convocó a las multitudes beneficiarias de aquel proceso para defenderlo desde las calles. Quizás porque jamás se cultivó al sujeto revolucionario popular. O simplemente porque nunca se creyó en la capacidad revolucionaria y articuladora de las grandes mayorías empobrecidas y excluidas del país. Tal vez fue una revolución “para los pobres, sin los empobrecidos”.
 
Lo cierto es que la contrarrevolución victoriosa, no sólo devolvió la situación socioeconómica del país a las condiciones pre revolucionarias, sino que aceleró el despojo nacional, y el empobrecimiento y exclusión de las grande mayorías, al límite de anularles, casi por completo, la actitud y el pensamiento revolucionario actual.
 
Bolivia, octubre popular revolucionario de 2003
 
A diferencia de Guatemala, el actual proceso de cambio democrático cultural boliviano no fue impulsado por militares inconformes, ni por estudiantes universitarios, mucho menos profesionales de la clase media.
 
Fueron indígenas, campesinos/as y obreros/as organizados quienes encabezaron la sublevación popular en octubre del 2003. Estudiantes y profesionales, indígenas o no, nos sumamos a dicho proceso en el camino.
 
El 17 de octubre, producto de una sublevación popular generalizada en el país, el Presidente neoliberal más protegido por el gobierno de los EEUU., Gonzalo Sánchez de Lozada, tuvo que huir prófugo hacia los EEUU. dejando a Bolivia enlutado y convulsionado.
 
Los actores sociales que desestabilizaron el sistema neoliberal se constituyeron en el núcleo del proceso de cambio, aglutinados alrededor de la “agenda de octubre” cuyos contenidos fueron: nacionalización e industrialización del gas natural, la redacción y aprobación de una nueva Constitución Política mediante una Asamblea Constituyente Soberana y Participativa, autonomía, tierra y territorio para pueblos indígenas, entre otros.
 
Y, para ejecutar dicha “agenda”, los actores sociales del proceso de cambio, decidieron convertir su mayoría demográfica en mayoría política, eligiendo a un indígena como Presidente de la entonces República de Bolivia. Entonces, ya era 18 de diciembre del 2005.
 
Hay logros, pero debemos defenderlos desde las calles
 
En estos 8 años de gobierno, desde el Estado Plurinacional se han promovido significativos y trascendentales cambios. Se ha recuperado la propiedad y el control de los bienes comunes y empresas privatizadas en casi dos décadas de neoliberalismo (se nacionalizaron cerca de 24 empresas privatizadas). Se crearon varias nuevas empresas estatales. Mientras en los países “desarrollados” quiebran las empresas, en Bolivia se crearon más de 40 mil nuevas empresas pequeñas y medianas. Los latifundios, aunque no en su totalidad, fueron y son expropiados por el Estado para ser distribuidos a comunidades campesinas y pueblo indígenas.
 
Bolivia, en 2006, tenía una reserva internacional de 1.7 mil millones de dólares. Ahora, la reserva internacional neta de este país suramericano supera los 13 mil millones de dólares. En 2006, el PIB boliviano era de 17 mil millones de dólares (acumulados en más de 180 años de República), ahora supera los 28 mil millones de dólares, bajo control creciente del Estado.
 
La riqueza económica, con sus limitaciones, se ha redistribuido en la sociedad, especialmente para los más excluidos. La tradicional clase media, no sólo fue desplazada de los espacios de poder, sino que se siente inconforme con la emergencia de una nueva clase media indígena.
 
Ahora, muchos bolivianos/as son menos creyentes y más pensantes. Menos providencialistas y acomplejados y más emprendedores y seguros de sí mismo. Pero, falta mucho por hacer, sobre todo, a nivel de los proyectos de vida para cambiar el lastre de la sociedad neoliberal consumista y acumulador.
 
El mayor peligro del proceso es querer y exigir la revolución total ya
 
Al igual que en Guatemala, el gobierno de los EEUU, mediante su Embajada, intentó sabotear este genuino proceso de cambio. Pero, el gobierno digno y soberano de Bolivia expulsó al Embajador yanqui y a USAID, brazo político de la Secretaría de Estado norteamericano.
 
Al igual que en Guatemala, los predestinados para mandar y saquear la riqueza del país hicieron y hacen lo imposible para evitar la institucionalización de los cambios. Incluso la predilecta jerarquía católica neoliberal se constituyó en uno de los agentes letales para truncar este proceso. Pero hasta ahora no lo han logrado.
 
Muchos indígenas, actores o expectantes de los movimientos sociales, quisiéramos ver ya toda la “agenda de octubre” implementada. Pero, como hijos/as de la Pachamama, somos conscientes que los cambios llevan su tiempo y ritmo propio. Que las circunstancias no dependen únicamente de nosotros.
 
Como quechuas, aymaras, guaraníes, etc., somos conscientes que nos tocará reincorporarnos al vientre de nuestra Madre Tierra sin haber “deleitado” directamente de los frutos de la revolución democrática cultural emprendida incluso con la sangre de los nuestros, pero vamos plenos hacia el vientre materno porque dimos y damos lo que somos y tenemos sin esperar nada a cambio.



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