lunes, 24 de febrero de 2014

Análisis de Orlando Pérez, director de El Telégrafo, sobre las elecciones en Ecuador



Perder las alcaldías de Quito y Cuenca es simbólicamente un revés político para el movimiento PAIS. Y ganar las prefecturas de Pichincha y Guayas parecería que tampoco ocultara ese varapalo que debe ser entendido desde distintas interpretaciones.

Sin contar todavía con los resultados oficiales de todo el país, cantón por cantón y parroquia por parroquia, la disputa política se había concentrado en Quito y Guayaquil, sin contemplar lo que sucedería con la ciudad de Cuenca y otras más. Evidentemente el resultado electoral de ayer marca un punto de inflexión en el desarrollo del proceso político iniciado en 2007 con el ascenso al poder de Rafael Correa Delgado.

A lo largo de nueve elecciones la derrota quedó relativamente fuera de todo cálculo. Mucho más cuando hace apenas un año, en los comicios presidenciales y legislativos, el movimiento PAIS obtuvo un triunfo arrollador: 100 asambleístas de 137 y Correa fue elegido en primera vuelta con casi 30 puntos de distancia respecto del exbanquero Guillermo Lasso, su principal contendor.

Rodas obtuvo el 58% de los votos en Quito; Nebot el 60% en Guayaquil;  y Cabrera el 50% en Cuenca.

De las primeras evaluaciones, en el caso de la capital, se puede concluir que no se trata de un voto a favor del candidato que mostró las mejores propuestas sobre lo que hay que hacer en Quito. Por lo menos, en los debates y las entrevistas críticas, Rodas mostró falencias y desconocimiento. Por el contrario, parecería que el triunfo se debe a un aparente castigo debido a ciertos errores cometidos (pero también sobredimensionados en algunos casos) en la gestión de Augusto Barrera y quizá a un comportamiento crítico con el desarrollo del proyecto político de PAIS en la capital.

En esta ciudad se han protagonizado algunas expresiones (manifestaciones, plantones, debates y disputas) de rechazo a la decisión de explotar una parte de los campos petroleros del Yasuní ITT, además de haber tensiones políticas con algunos sectores gremiales y de la izquierda que activan sus movilizaciones y rechazos en algunos centros de educación y ONG.

Y no está por demás decir que Quito no es una ciudad que se comporte políticamente bajo un esquema tradicional o se sostenga permanentemente bajo un comportamiento clásico. Si bien conlleva un espíritu rebelde histórico ahora tuvo por delante un escenario complejo, pocas veces analizado a profundidad por los mismos dirigentes y líderes locales del movimiento PAIS, tal como lo reconocen algunos. En ese escenario, Barrera afrontó una responsabilidad dura y difícil al poner en orden la administración y decidir por un proyecto con enorme carga de riesgo en su prestigio político.

El aprendizaje de la oposición

La derecha ecuatoriana fue derrotada en nueve elecciones consecutivas. Esas derrotas significaron para los sectores empresariales, financieros y mediáticos un aprendizaje consecutivo. Para eso desarrolló una estrategia silenciosa y hasta millonaria para minar la Revolución Ciudadana a través de una campaña sostenida de desinformación, desprestigio y acoso mediático desde adentro y fuera del país.

Pichincha apoyó la reelección de Gustavo Baroja; lo mismo que hizo Guayas con Jimmy Jairala.
Ahora esa derecha ubicó a un personaje que reúne los requisitos de un libreto conocido para sostener una larga lucha, muy bien parecido al de Venezuela con Henrique Capriles. Él es Mauricio Rodas, que perdió las elecciones presidenciales de febrero de 2013, no superó el 5% de los votos, pero quedó como una opción ‘nueva’, ‘fresca’ y ‘conciliadora’. En realidad ni es tan nuevo (militó en las filas socialcristianas en los noventas) ni muy fresco porque transporta las ideas liberales de antaño y construidas desde un ‘laboratorio’ político de la fundación Ethos, asentada en México, de la que es parte Enrique Krauze. Pero menos aún es un conciliador dado su comportamiento político agresivo en sus posturas, aunque lo disimule con una sonrisa.

Ese personaje, además, reúne en su entorno a todo el aparato político, financiero y mediático que ha hecho oposición a Rafael Correa de diversos modos y todo el tiempo. Allí se encuentran los grandes grupos financieros e inmobiliarios afectados por las políticas de redistribución de la riqueza, a través de un sistema impositivo y fiscal donde más pagan los que más tienen. Por eso el eje de su campaña presidencial y ahora por la alcaldía de Quito fue menos impuestos. Y también por ello, los grandes medios de comunicación privados y comerciales han trabajado con su discurso, sus argumentos y postulados como si fuesen propios, cuando cualquier analista ingenuo podría encontrar allí una coincidencia nada casual.

Por todo ello, la recomposición de la derecha ecuatoriana pasa por este personaje, a quien otorga todas las facilidades para disputar el sentido político de la Revolución Ciudadana bajo la bandera de un liberalismo supuestamente dialogante, tolerante y abierto a toda propuesta.

Sin embargo, no podemos hablar todavía de una derecha sólida, unificada, coordinada y sin sus visiones y hasta tensiones internas. Por lo visto hasta ahora las distancias entre Rodas, Lasso y Jaime Nebot, a la luz de la euforia del resultado, son cortas, pero fueron evidentes las diferencias a la hora de conformar listas y proponer candidatos.

¿Cuál es el devenir del proyecto político de PAIS?

El movimiento PAIS contiene una experiencia dura de luchas electorales, pero sobre todo de disputas políticas diarias, semanales, en muchos terrenos. Y esta vez, al parecer, no midió adecuadamente el comportamiento de la derecha y no supo sumar aliados en las diversas circunscripciones para fortalecer un frente democrático.

Rafael Correa se jugó buena parte de su capital político en estas elecciones. Afrontó con mucha personalidad las dificultades y dio la cara a la avalancha mediática y política cuando asumió lo que corresponde a todo líder: poner el pecho a las balas cuando ve riesgos en el frente.

Nadie puede decir ahora, con argumentos y datos, hasta dónde perjudicó o ayudó la presencia intensa de Correa en esta campaña. Lo que sí está claro es que su participación fue explotada y exacerbada por todo el aparato político y mediático de la derecha. No hubo día ni reducto en los medios donde no se juzgara esa presencia y participación.

¿Hizo falta que Correa llegara a ello? ¿En Quito, particularmente, esas tácticas fueron favorables o dieron paso al resultado de ayer? Por lo visto y expresado por algunos sectores críticos del gobierno, a Correa no le perdonan sus postura sobre algunos temas, por ejemplo: haber retado a la rectificación del caricaturista Bonil.

De todos modos, lo dicho por Augusto Barrera, al asumir la derrota, colocó la reflexión sobre la condición original de izquierda revolucionaria que se debe recuperar, en todos los niveles y en todas las actuaciones, a partir de una autocrítica profunda y un reconocimiento cabal de toda su capacidad política y electoral, que no estuvo a la altura de esta disputa ante una derecha agresiva.

La ‘pérdida de la capital’, eso sí, también debe significar un estricto control de las conquistas y derechos alcanzados, el no dar paso a las privatizaciones, a la merma del sentido ciudadano y democrático de la participación barrial. Y por lo mismo, el devenir de PAIS en estos años, antes de la elección presidencial de 2017 conlleva una construcción de más y nuevos hitos revolucionarios.



Tomado de aquí


 

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